FÚTBOL Y VOLEIBOL: EL CONTENIDO SIMBÓLICO EN LA PRÁCTICA DEPORTIVA Y LOS ROLES DE GÉNERO
José Antonio Calderón
La investigación que realicé para mi tesis de
licenciatura (Calderón 2016) analiza el contenido simbólico
presente en los deportes más populares en el Perú, el fútbol y el voleibol, lo
cual permitiría comprender la forma cómo se percibe la población respecto a sus
relaciones de género. Es necesario entender la práctica y afición de los
deportes tomando una postura acorde con lo planteado por el antropólogo
Clifford Geertz (1973), es decir tomando la práctica de tales deportes como un
texto al cual hay que darle su respectiva interpretación.
De la observación hecha a la práctica de los
deportes más populares, aquellos que concentran la mayor atención en el Perú:
el fútbol y el voleibol, nace la pregunta sobre cuál es la relación que guardan
estas prácticas deportivas con las relaciones de género en las esfera pública y
la esfera privada. Actualmente no hay estudios que se centren en el análisis de
género en la práctica y ejecución de los mencionados deportes y cómo, la misma,
es la que ha determinado la asignación de los elementos de pertenencia a la
identidad de género. Surge así la interrogante de por qué el fútbol, y todo lo
que representa, es pensado como deporte masculino, mientras que ocurre lo mismo
con el voleibol entendido como deporte femenino.
La pregunta central para el
desarrollo de la investigación es: ¿Existe relación entre la forma cómo se
desarrollan la práctica y ejecución de los deportes más populares en el Perú y
las relaciones de género en la esfera pública y la esfera privada?
A la fecha no existen investigaciones que revisen los deportes más
populares desde el aspecto simbólico y su relación con las relaciones de género,
por lo cual considero que esta investigación es útil no solo para los estudios
de antropología simbólica, sino también para los estudios de género y de
antropología del deporte.
Revisemos primero cómo fue que estos deportes
incursionaron en nuestro país. Hay que tener en cuenta que en el de fines del
siglo XIX los deportes en general fueron tomados como una herramienta que
ayudaría en la formación del hombre viril, con voluntad y capacidad de acción
que el país necesitaba, según afirma Fanny Muñoz (2001: 199).
Las primeras prácticas de fútbol en el país se dieron
en los clubes que formaron las colonias extranjeras, sobre todo la colonia inglesa.
Su práctica llamó la atención de los jóvenes de los sectores altos y medios de
la sociedad limeña, algunos de los cuales habían recibido educación en
Inglaterra. (Benavides 2000). Más adelante empieza la formación de clubes (Unión
Cricket, Association Foot Ball, Union Foot ball, entre otros. La masificación
del deporte comienza en 1900 con la fundación del Sport Obrero. Para fines del
siglo XIX, los clubes deportivos dejaron de ser espacios de distinción social y
se convierten en formas de asociaciones populares. En 1912 y en 1922 se
consolidad la institucionalidad del fútbol, primero con la creación de la Liga
de Fútbol, y luego la Federación Peruana de Fútbol, respectivamente.
Por su parte, el voleibol ingresa al Perú como
consecuencia de la reforma educativa de 1905 que incluyó el curso de Educación
Física, la cual se tomó como una vía para moldear al ideal de ciudadano que el
país requería. El evento que marcó el ingreso del voleibol al Perú se dio en
julio de 1910, cuando un equipo de la YMCA proveniente de Estados Unidos fue
invitado por residentes provenientes de ese país a un partido de exhibición, lo
cual llamó la atención de los asistentes. (COPEV Perú ,2008)
Para implantar el curso de Educación Física se
contrató a algunos profesores de Estados Unidos, entre ellos el profesor Joseph
Byrne Lockey, al cual se le considera el responsable de la introducción del voleibol
en el país. Posteriormente, en 1920, la YMCA se instaló en el Perú y tuvo lugar
la contratación del técnico Carl Johnson, quien se encargó de darle mayor
difusión al deporte, por lo cual se le considera el primer promotor que tuvo el
voleibol en el país. (Ibíd.)
La aparición del voleibol en el Perú marcó también el
inicio de la división sexual de los deportes. Junto al profesor Lockey en 1910,
vino el profesor Joseph McKnight, quien sostenía que los deportes adecuados
para los varones eran el fútbol y el cricket, mientras que para las mujeres lo
eran el básquetbol, el tenis, el hockey y el voleibol. Así, a partir de 1913
solo las escuelas de niñas recibían instrucción en este deporte. (Cajas 1957: 125)
Para asentar esta división es que se dio inicio, sin proponérselo, a una
campaña por desprestigiar, restando masculinidad, a los varones que practicaban
ese deporte, publicándose caricaturas de varones con faldas cortas en un equipo
de voleibol. Así, a fines de la década del veinte, ya era común ver los fines
de semana a grupos de mujeres, en su mayoría trabajadoras del hogar, practicar
este deporte en los parques de Lima. Al igual que en el caso del fútbol, cuyos
requerimientos son mínimos y de fácil disponibilidad, el voleibol tuvo fácil
aceptación por las mismas razones, pues solo bastaba extender una cuerda entre
dos árboles para poder jugar. (COPEV- Perú: 2008) La oficialización del
voleibol en el Perú tuvo lugar el 24 de febrero de 1942, con la fundación de la
Federación Peruana de Voleibol, la principal autoridad de este deporte en el
país. (Ibíd.)
El fútbol como campo
simbólico de la masculinidad
Para entender cómo es que el fútbol aparece como
agente que define lo masculino debemos entender que la identidad de género del
individuo se irá construyendo de acuerdo a la percepción que este tenga del
mundo durante los primeros años de su vida. Durante este proceso comprenderá
las diferencias existentes entre hombres y mujeres, las cuales pueden ser de
naturaleza biológica y de carácter social. Mientras aprende las diferencias
entre hombres y mujeres, el individuo masculino entenderá que tales diferencias
están marcadas por los sistemas de género (sistemas binarios que oponen el
hombre a la mujer, lo masculino a lo femenino, y esto, por lo general, no en un
plano de igualdad, sino en orden culturalmente jerárquico). El análisis de
dichos sistemas de género nos indica que no representan la asignación funcional
de papeles sociales biológicamente prescritos sino un medio de
conceptualización cultural y de organización social (Conway en Lamas, 2000: 32). Es de este modo que el individuo
forma su personalidad, ya sea por aceptación de lo que es o por negación y
rechazo de lo que no desea ser.
Hemos visto que el Perú del siglo XIX reunía las
condiciones sociales y culturales para que el fútbol fuese aceptado,
condiciones marcadas por la idea que dicho deporte mejora la condición humana
de los hombres. La mujer, por su parte, estaba pensada como un ser pasivo y
emocional, restringida de participar en un deporte que necesariamente implicaba
agresión. Además, se pensaba que el rol principal de la mujer era la
continuación de la especie, por lo que el embarazo era una de las funciones más
importantes en la vida de la mujer (Manarelli, 1999: 93).
Por lo tanto, el fútbol fue considerado como el
deporte viril por excelencia, de acuerdo al ideal de ciudadano vigente en ese
momento. Entonces, la consolidación de lo masculino mediante el fútbol en el
Perú, respondería más a razones coyunturales que prácticas. Así, durante la
mayor parte del siglo XX el fútbol estuvo vinculado exclusivamente con la
masculinidad: no sólo presentado como práctica masculina, sino también como
promotor de la masculinidad.
Norma Fuller, quien ha estudiado
al fútbol como paradigma del juego masculino, afirma que este deporte contiene
las reglas básicas de la interacción entre varones. Afirma la autora que el
fútbol conserva y trabaja el cuerpo para producir vigor y moldea la
sensibilidad en torno a los valores masculinos: competencia entre varones,
lealtad al grupo y exclusión de lo femenino (Fuller, 2002:153). En otra
oportunidad la misma autora menciona que el lenguaje del fútbol, “plagado de referencias al dominio, control y
posesión de las mujeres y al rechazo a la sexualidad homosexual pasiva, produce
y reproduce la cultura masculina.” (Fuller 1997: 118)
Vemos pues que el fútbol nos sirve como punto
principal para entender el sentido de la masculinidad, referencia que también
encontramos citando a Dunning: “en muchos
aspecto resulta un escenario altamente apropiado, debido a que los partidos de
fútbol son en sí mismos batalla cuyo contenido principal es la expresión de la
masculinidad, aunque sea de modo socialmente aceptado y controlado.”(Dunning
en Elías, 1995: 340)
Ruben Oliven también hace eco a esta idea: “Los deportes en general y el fútbol en
particular poseen una connotación masculina en los gestos, en las palabras, en
los juicios, en fin, se parece a una guerra simulada.” (Oliven, 2001:71)
Durante el proceso de socialización el niño va a
buscar identificarse como varón, y esto será en oposición a las niñas, por lo
cual verá en el fútbol la principal vía de acceso a su propia masculinidad. La
motivación principal será el incentivo del padre, lo cual podemos entender como
un lazo fundado en el hecho de ser varones.
El proceso de identificarse como varón trae consigo
pensarse en oposición a lo femenino, así mientras que el fútbol es para los
hombres, a las mujeres les gusta el voleibol; a los hombres no les debe gustar
el voleibol, y si algún hombre gusta de ese deporte es homosexual.
Lo femenino en el
deporte
En nuestra sociedad prevalece el pensamiento que el
fútbol está asociado a los valores masculinos, y que los valores femeninos se
verán plasmados deportivamente en el voleibol. Se piensa que la representación
nacional masculina y femenina en deportes será únicamente en el fútbol y el
voleibol respectivamente, y que las mujeres solo pueden brillar en el voleibol,
obviando si es que el fútbol masculino tiene una representación mediocre. Abelardo
Sánchez León al referirse de la representación femenina en el voleibol afirmaba
a principios de los noventa: “Las mujeres
practican el vóley y los hombres el fútbol; las primeras son responsables, los
segundos “ahí nomás”, pero hábiles con la pelota en los pies. A esas hermanas
las cuidamos como porcelanas, y cuando ganan, ¡está bien!, pero solo es un
triunfo femenino. Y es que el verdadero triunfo en el país es cuando lo logran
los hombres. El triunfo es entendido como masculino, del jefe del hogar, del
papá.” (Sánchez, 1993: 139)
Se concibe al voleibol como exclusivo de las mujeres,
de la misma manera que el fútbol lo es para los hombres, por lo que si un
hombre practica tal deporte es muy probable que sea considerado poco masculino.
Usualmente se asociado a la mujer con el fútbol dejándola
en una condición de accesorio. Es usual que cuando se junten los términos
“mujer” y “fútbol” se esté hablando de la pareja del futbolista, o de las
animadoras de algún equipo. Se piensa así que la mujer no ha nacido para el
fútbol. Esta idea se mantiene y se retroalimenta
de la idea de que el fútbol es solo para hombres. Uno de los testimonios que
presenta el trabajo de Fuller (2002) cuenta: «jugábamos a la pelota solo los niños, porque jugábamos más fuerte y a
veces las niñas jugaban tan suave que no se podía y cuando querían jugar con
nosotros las choteábamos.»(Fuller, 2002: 153).
Sin embargo el interés femenino, tanto activa como
pasivamente, por el fútbol ha existido casi al mismo tiempo que ha existido
dicho deporte, incluso desde lo que varios consideran como los orígenes
asiáticos, pasando también por cierta participación bárbara en los festivales
de la Europa medieval, luego su entrada a los internados de mujeres en el siglo
XIX, con el surgimiento del fútbol moderno. Ha existido, solo que de manera
restringida, e incluso vetada.
Los símbolos
contenidos en la práctica deportiva
Cuando se ha hecho el repaso de la forma como el
voleibol hizo su ingreso al Perú se vio el caso del profesor Joseph McKnight,
quien sostenía que entre los deportes adecuados para los varones estaba el
fútbol, mientras que para las mujeres uno de los deportes adecuados era el
voleibol, lo cual marca la creación de las fronteras del deporte de acuerdo al
género. Los criterios para dicha división se encuentran en la actitud que debía
tener el practicante de cada deporte, tanto de agresividad como pasividad.
Se hicieron varios intentos por restringir la
práctica de los deportes de acuerdo al sexo de los participantes, quedando en
la mentalidad local dicha diferenciación, sin embargo tanto la práctica
femenina del fútbol y la práctica masculina del voleibol han existido a pesar
de la restricción. Los criterios para diferenciar han sido presentados tomando
en cuenta la ejecución de cada deporte, el tipo de juego, pero el fútbol no ha
dejado de tener participación femenina ni el voleibol participación masculina,
pues la mentalidad que relaciona al hombre con la agresividad y a la mujer con
la delicadeza han ido atenuándose con el tiempo. Consideramos pues que el
criterio que hubo para la diferenciación entre los masculino y lo femenino se
formó más por razones simbólicas que funcionales.
Entendemos los símbolos según el concepto que da el
antropólogo Victor Turner: «Un “símbolo”
es una cosa de la que, por general consenso, se piensa que tipifica
naturalmente o representa, o recuerda algo, ya sea por la posesión de
cualidades análogas, ya por asociación de hecho o de pensamiento» (Turner,
1980: 21). En nuestro análisis los símbolos están en las prácticas que, de
acuerdo a lo que hemos detectado, representan
la interacción en la sociedad de los
individuos de acuerdo a los roles de género.
Partiendo de la observación y el análisis de la
ejecución de estos dos deportes, de acuerdo a su reglamento, se ha detectado contenido
simbólico significativo en dicha ejecución. Ambos deportes tienen en común el
uso de un balón como herramienta para conseguir puntaje en un campo de juego
dividido en sectores que representan el territorio de cada equipo.
En el campo de juego para el fútbol los ataques del
combate simulado van a desarrollarse invadiendo el territorio enemigo. El
encuentro con el adversario es personalizado y propenso a la agresión. La
acción se desarrolla saliendo del espacio personal (actividad pública). El
siguiente gráfico esquematiza dicha actuación:
En el caso del voleibol, tenemos que los ataques para
obtener puntaje van a efectuarse desde el espacio personal, por ningún motivo
puede invadirse el territorio enemigo, solo el balón puede pasar de un
territorio a otro. No hay contacto directo con el adversario. La acción se
desarrolla sin salir del espacio personal (actividad privada). El siguiente
gráfico esquematiza dicha actuación:
Al revisar el diseño de los campos deportivos podemos
representar el terreno del adversario como el espacio público, mientras que el
terreno propio como el espacio privado, siendo la línea divisoria la
representación de la barrera que separa lo público de lo privado. En el fútbol
se lleva a cabo el cruce de la barrera, esto es una dramatización del papel del
hombre en el espacio público. En el voleibol no se cruza dicha barrera, incluso
hay sanción cuando el jugador cruza dicha barrera, esto es una dramatización de
la mujer en el espacio privado. Por lo tanto, si el fútbol y el voleibol han sido
fácilmente concebidos como deportes masculino y femenino respectivamente se
debió principalmente a que en la mentalidad de los individuos está presente la
división entre lo público y privado y la participación de los varones y las
mujeres en dichos espacios.
Podemos así mismo comparar el tipo de acción que
determina que el adversario gane puntos, con el acto sexual. En el fútbol se
debe tratar de introducir el balón en un punto específico, por eso es que la
hombría debe defenderse, el hombre no debe ser penetrado. En el caso del vóley,
el territorio no debe ser tocado por el balón, está en juego la virtuosidad del
terreno. Podemos comparar simbólicamente el fracaso en ambas disciplinas
deportivas con la virtuosidad y moral sexual. Por tal motivo es que el varón va
a pensar su sentido de la masculinidad en relación al fútbol, y en ese sentido
es fácil concebir a un varón que no gusta del fútbol como poco masculino, o
insertarlo dentro de la relación mujer-voleibol, esto por oponer el fútbol a
todo lo que representa lo femenino. Norma Fuller piensa lo siguiente al
respecto: «El fútbol es el juego más
importante de la niñez. Este puede definir el éxito o el fracaso de un niño
frente al grupo de pares: los amigos. Un muchacho que no juega bien al fútbol
reduce drásticamente sus oportunidades de ser popular.» (Fuller, 1997: 119)
Por tanto, la designación de lo masculino en el
fútbol y de lo femenino responde más a razones de carácter simbólico que a
razones de carácter funcional al tipo de práctica de acuerdo a las
características de cada deporte. Por lo tanto la práctica de tal o cual deporte
de ninguna forma va a determinar la identidad de género del individuo ni estará
restringida a un solo sexo.
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